La arquitectura de Eduardo Souto de Moura ha conservado la sencillez, tenacidad y decisión desde sus primeras obras. En sus casas ya se aprecia como el arquitecto portugués no duda al proyectar un espacio constituido por materialidades muy distintas: un muro de piedra continuo interrumpido por un vidrio y un paramento blanco. Es una arquitectura sin retrocesos, sin inseguridades y directa a la percepción espacial del hombre.
Tras cinco años de obras, se inaugura en Viana do Castelo un centro cultural que pretende centralizar la actividad cultural de la región del Alto Minho. El emplazamiento no puede ser más evocador: en el propio puerto encontramos amarrado el antiguo buque-hospital Gil Eannes que funciona como museo. Junto a él, se encuentra una biblioteca proyectada por Álvaro Siza y un centro de ocio diseñado por Fernando Távora, componiendo ambos un panorama cultural muy atractivo. Al dúo portugués le faltaba una obra del discípulo de Siza para componer un escenario que cuente con una representación de las tres voces más importantes del siglo pasado en la arquitectura portuguesa. Souto de Moura aprovecha estos antecedentes y dota al nuevo centro cultural de un carácter industrial que, sin duda, establece un diálogo con el buque Gil Eannes y se asocia al espacio cultural ya existente.
El edificio plantea una plaza arbolada que lo precede. La volumetría consiste en una bandeja sobre la cual se posan levemente cajas de aluminio que contienen los servicios del edificio. Los elementos de instalaciones cobran una importancia notable en forma de grandes tubos de aluminio que, recubriendo el edificio, otorgan ese carácter industrial buscado. Por otro lado, el vidrio también es fundamental en la composición y crea sensaciones de permeabilidad desde el interior permitiendo a los usuarios disfrutar de las vistas del mar desde el interior.
Sin duda, un nuevo ejemplo de arquitectura concisa, decisiva, conceptual y abierta al diálogo con los elementos que la rodean.
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