La práctica de la arquitectura
siempre se ha enriquecido de un diálogo entre la tradición y la modernidad, entre
lo consolidado y lo nuevo. Este dialéctica, además de consolidar los conceptos
más inmutables y universales de la práctica proyectual, permite comprender que
nuestros problemas han sido siempre más o menos los mismos. Siempre buscar un
lugar donde resguardarse, donde vivir, donde disfrutar o donde relacionarnos. A
pesar de que la sociedad se transforme y sus valores se modifiquen de
generación en generación, la realidad humana sigue siendo la misma. Da igual
que el mayor logro tecnológico del momento sea la bombilla o el GPS, la arquitectura
ha sabido detectar siempre unos síntomas latentes en nuestra sociedad durante
años.
La virtud de un mundo tan
informatizado y conectado es quizás que, a golpe de click y con curiosidad se puede bucear en las miles de soluciones que
otros, más sabios, más formados y también más viejos resolvieron con gran
acierto hace años. Lo realmente genial sucede cuando estas soluciones,
impecables y elocuentes, pueden ser aplicadas más allá incluso del campo para
el que fueron diseñadas. Esto me sucedió hace algunos días cuando, investigando
para mi Proyecto Fin de Carrera descubrí este proyecto de Renzo Piano de 1979,
Otranto Urban Regeneration Workshop.
Cuando Piano iniciaba sus días
como arquitecto y trabajaba para la UNESCO, le fue encargado un proyecto para la
regeneración de algunos núcleos históricos de Italia. Se trataba más que de un
proyecto, de una estrategia. La solución, sencilla y de una contundencia
absoluta, fue un laboratorio móvil, un cubo transportable que contenía todo lo
que ha de contener una caja capaz de reparar cualquier problema técnico y
proyectual en un Quartiere italiano.
Se trataba además de un sistema que involucró a todos aquellos que formaban
parte del pueblo a reparar, desde los vecinos a los que se instruía en los
cambios que se acometerían, a los técnicos locales implicados en la reparación
y que tomaban las bondades del cubo como taller al aire libre.
El cubo metálico se dividía en cuatro partes, una en
cada lado: el análisis y diagnóstico, información y educación, proyecto
abierto, el trabajo y la construcción. La sección de análisis y diagnóstico
realizaba evaluaciones estructurales, arquitectónicas y sanitarias de edificios
degradados de la zona. El objetivo era llevar a cabo un estudio minucioso de
las casas antiguas. La segunda sección - información y educación - estudió muchas
cuestiones relacionadas con la restauración del centro de las ciudades
antiguas. Tenía una biblioteca y videoteca, proporcionó información sobre el
estado de las leyes locales, en las herramientas legislativas y los diversos
fondos públicos disponibles. Actuó como una especie de interfaz entre los
expertos del taller y los residentes locales.
La sección titulada "proyecto abierto"
mantenía al público informado sobre los aspectos prácticos y técnicos del
proyecto y sus actividades a través de consultores especializados en las normas
que estaban en vigor, y con la información sobre los costes y las oportunidades
de reducción de costos a través de cooperativa de compras. La sección de
trabajo y la construcción progresó de los diagnósticos de las etapas anteriores
a la propia obra de restauración real. La parte práctica de la renovación se
llevó a cabo sin necesidad de los residentes a salir de sus casas. Una vez que
la estructura en sí se consolidó, se llenaron las grietas, techos fijos,
rehecho yeso, la humedad eliminada y nueva instalación sanitaria.
Este, es sin duda, un proyecto que merece la pena no perder de vista cuando se trata de buscar algo nuevo para problemas radicalmente actuales solucionados ya hace años.
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